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Cuervo terror
  • Foto del escritorAnjoss

Lo que sus ojos lloran: Sangre


Siempre tuve problemas de control; mis noches eran un constante viaje turístico por los diferentes bares de la ciudad. Entre mis incontables adicciones, figuraban el alcohol, las putas y el dinero - ¿Cómo iba a tener las otras dos sin este? - Pero nunca fue de mi agrado la carne humana, mucho menos la caliente sangre que chorreaba al consumirla. Sin embargo, esa noche me volví un adicto a su sabor.

Todo comenzó desde mi decisión nada impropia de dirigirme a un bar después del cansado día de oficina.

Ingresé y tomé el asiento de siempre: El de la esquina, frente a la barra. Bebí el mismo whisky de cada noche y fumé la típica marca de tabacos, a los que mis labios recibían como un beso, y joder, que había pasado tiempo desde que di el último. Mi mente divagaba, preparándose para la fuerte resaca de la mañana siguiente. Entonces la vi ahí, tan delicada y firme a la vez. Su cabellera rojiza destelló ante mi vista como un reflector en medio de la penumbra. Su sonrisa provocó una ligera curvatura en mis labios, ¿Estaba sonriendo yo? No lo creía posible, sonreír era algo que mi cerebro no procesaba más.

- ¿Desea un trago? - Me vi preguntando, presuroso.

"¿Qué haces, imbécil? Le estás hablando a una mujer sin que lo desee, invades su espacio, aléjate"

- Me gustaría - Respondió, con su dulce sonrisa.

Esa sonrisa que llenaba mi ser, que dilataba mis pupilas y que terminaría por desatar mi demonio interno.

- Nunca te había visto por aquí - Comenté - ¿Nueva en el sector?

- Algo así. Me han hablado de que puedo conseguir diversión por estos lares.

- Puede, claro que sí. Y se ha encontrado con el hombre capaz de satisfacer sus ansias... de diversión, por supuesto.

No me cabía en la cabeza lo que estaba logrando. Coqueteaba con una mujer de manera fluida y manteniendo el diálogo; una habilidad de mis días de antaño que daba por perdida.

- Me interesa su propuesta - Agregó - ¿Qué me ofrece para divertirme?

La manera de pronunciar esas palabras bastó para ponerme la polla dura. Mi contacto con mujeres era entablado por dinero, sin juegos previos ni coqueteos disimulados. Ver unos labios tan sensuales como los de aquella mujer me encendieron al tope.

No recuerdo cómo lo logré, pero supe llevar la charla con sutileza y caballerosidad. En menos de una hora, estábamos follando en mi apartamento.

Su cuerpo conoció cada rincón de mi sala y su boca probó mi semilla, tal como yo probé la suya.

Al terminar, su verdadera naturaleza salió a flote.

- Muérdeme - Dijo.

- ¿Qué? - Pregunté, creyendo escuchar mal.

- Muérdeme

Acercó su dedo a mi boca y lo introdujo entre mis dientes. Agarró mis testículos y repitió:

- Muérdeme. O juro que te devoro yo. Libérame de esta miseria de monstruo que soy.

Hice ademán de levantarme, y presionó allí abajo, donde me agarraba con firmeza.

- Muérdeme o te reviento las bolas.

¡En qué jodido juego me metí!

Accedí a morderla. Un mordisco suave que me obligó a intensificar torturando mis pelotas. Al entrar en razón... había mutilado su dedo.

La sangre chorreaba por mi boca con un sabor a óxido. Pero ella reía, reía en medio de lágrimas de dolor.

Lo más extraño, eran las lágrimas que de sus ojos brotaban... lloraba sangre. Y así, vuelta una mezcla de líquido rojo, quejidos de dolor y lágrimas carmesí, suplicaba ser devorada. Y ante mi vista, ese estado inhumano la volvía más sexy. La devoré por completo. El único rastro que de ella quedó fue una enorme mancha de sangre que retiré de mi sábana con esfuerzo.

Desde entonces, vivo de bar en bar, de antro en antro, y de puta en puta; con la aparente ilusión de que todo sigue igual, de que nada ha cambiado. Pero la verdad es que todo es diferente, y lo que me impulsa ahora a este estilo de vida, es el deseo de encontrar una vez más el mismo dulce sabor que encontré en la carne de ella, el néctar de su sangre. No lo he encontrado, pero seguiré probando hasta entonces; hasta ser yo devorado por aquellos que lloran sangre.


FIN


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