La verde pradera se tornó gris;
envuelta en un rocío negro que
cubría sus marchitas hojas, mecidas
en un vaivén sin fin de lo que ya
no era vida, pero sí cualquier otra cosa.
El rojo atardecer en el cielo; de las nubes
colgando densas gotas, a pesar de que la
noche no estaba presente, la oscuridad
invadía mi pupila, ¡Iris negro!, no se podía
esperar otra cosa…
¿Pero qué era acaso lo que veía, si no
la vida en su estado más puro? El
sentimiento nunca muere, y la fuente
de donde procede, en sus sueños desea
con firmeza recuperar lo que por naturaleza
se le niega.
Y lo deseaba yo; y bajo Orión y la Osa Mayor,
Y junto a Sirio en su brillantez, juré el nombre y
se me concedió; porque el oscuro espacio las
estrellas iluminan, y la mía, apagada, sumido
en mi propia penumbra me abandonó.
Y en la pradera gris, entre el vaivén de las
hojas marchitas caminé yo, cargando rosas
llenas de vida, contrastando con lo que frente
a mí veía. Cargando rosas llenas de vida,
para la novia cadáver mía.
-Anjoss